Por la sección Huellas de la Sierra – Objetivo Sierra de Albacete

Entre las montañas que abrazan a Salobre, el río Guadalmena se abre paso con paciencia milenaria, excavando un desfiladero que es, a partes iguales, maravilla geológica y testigo de la historia: el Estrecho del Hocino.

Un lugar donde el agua ha tallado la roca hasta dejar un corredor natural de paredes verticales, un pasadizo que, desde tiempos antiguos, ha sido más que un simple accidente geográfico: ha sido frontera, escondite y escenario de leyendas.


Puerta natural y corredor estratégico

Desde época ibérica, el Estrecho del Hocino funcionó como paso obligado entre valles y sierras. Su situación, encajonado entre paredes que obligan a vigilar cada metro, lo convirtió en punto de control natural para pastores, comerciantes y ejércitos.

En la Edad Media, cuando la frontera entre reinos cristianos y musulmanes se movía como un péndulo, el Hocino era tanto una vía de comunicación como un punto de emboscadas. Los caminos estrechos y la dificultad de maniobra lo hacían ideal para tender sorpresas… o para evitarlas.


Siglo XIX: los ecos del bandolerismo

Con el siglo XIX llegaron las guerras, las hambrunas y el bandolerismo. Entre los nombres que la memoria popular asocia al Estrecho resuenan los de figuras como El Pernales o El Niño del Araal, que, aunque actuaban por amplias zonas de Andalucía y La Mancha, tienen en la tradición oral de Salobre su capítulo propio.

El lugar, con su vegetación espesa y sus desvíos de roca, ofrecía el escondite perfecto para quienes vivían al margen de la ley. En las noches sin luna, el silencio del Hocino solo se rompía por el galope apresurado de un caballo o por el chapoteo de un río cruzado a toda prisa.


Posguerra: el eco de los maquis

En los años oscuros tras la Guerra Civil, el Estrecho del Hocino volvió a convertirse en refugio, esta vez para los guerrilleros antifranquistas, conocidos como maquis. Su orografía dificultaba el acceso y permitía controlar los movimientos de la Guardia Civil.

Las cuevas y recovecos naturales eran puntos de reunión, descanso o escondite de suministros. Algunos vecinos aún recuerdan —en susurros— historias de encuentros fortuitos con hombres armados que pedían comida “en nombre de la causa” y que desaparecían entre la maleza con el mismo sigilo con el que habían llegado.


Naturaleza y memoria

Hoy, el Estrecho del Hocino es una microrreserva natural protegida por la Junta de Castilla-La Mancha, conocida por su riqueza botánica y su avifauna, especialmente aves rapaces. El visitante que lo recorre se encuentra con la belleza serena de un espacio en el que el río, la piedra y el cielo se dan la mano.

Pero bajo esa calma late una historia densa, hecha de siglos de pasos, huidas, emboscadas y encuentros. Quien camina por sus sendas no solo pisa tierra y piedra: pisa sobre huellas invisibles de pastores, contrabandistas, soldados y fugitivos.

Sendero y paisaje: un paseo para todos

Hoy, el desfiladero se recorre fácilmente por un sendero de unos 2,5 km que discurre por la antigua carretera entre Salobre y Reolid. Con dificultad baja, este paseo es ideal para disfrutar de la naturaleza sin exigencia física . El paseo permite apreciar las formaciones rocosas de tonos rojizos y la presencia de cabras montesas entre los peñascos.

Recorrer hoy el Estrecho del Hocino es adentrarse en una galería natural donde la geología, lo vivo y lo mitológico se entrelazan en cada pared y cada curva del sendero.

Además, el río Salobre ofrece rápidos, remansos y pozas en un entorno prácticamente intacto, reflejo del valor ambiental de este cauce


Un lugar que habla

El Estrecho del Hocino no tiene voz, pero guarda memoria. En sus paredes de roca, en sus corrientes y en su silencio nocturno, sigue contando la historia de la Sierra:

  • De su papel como puerta y frontera.
  • De su función como escudo para los que huían.
  • De su capacidad para mezclar belleza y peligro en un mismo paraje.

Visitarlo hoy es un viaje doble: al corazón de la naturaleza serrana y a las páginas no escritas de nuestra historia.

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