Falta de relevo generacional: Los jóvenes prefieren trabajos con horarios más flexibles y menos exigencia física. En lugares como la Sierra, el pastoreo demanda resistencia y dedicación constante, cualidades cada vez más escasas.
Condiciones legales y medioambientales más exigentes: La nueva normativa y restricciones al uso del campo complican su labor. Trámites, límites de superficie o requisitos burocráticos están acabando con muchos pastos tradicionales.
Secuelas de la sequía y degradación del paisaje: La disminución de pastos y forrajes obliga a suplementar, con costes crecientes e impacto directo sobre la rentabilidad de la ganadería extensiva.
Iniciativas que están marcando diferencia
Frente al riesgo, algunas herramientas emergen como esperanzas:
Escuela de Pastores de Castilla-La Mancha: Desde 2022 ha formado ya a más de 300 personas (el 75% migrantes), brindando formación práctica y acceso a empleo en el sector.
Bolsa de pastores cualificados: La región cuenta con una lista de más de 200 pastores certificados, preparados para incorporarse rápidamente.
Ayudas al pastoreo controlado: Con 360.000 € destinados a promover esta práctica, vital en prevención de incendios y manejo sostenible del monte.
El pastoreo no es solo una profesión: es una actividad esencial para el medio rural, el medio ambiente y nuestra identidad colectiva. Por eso:
Fomentar la formación local, apuntando a jóvenes de la Sierra con vocación ganadera.
Facilitar el acceso a ayudas y alojamientos para quienes trabajen en el campo.
Reducir la burocracia y ajustar normativas a la realidad del territorio.
Promover colaboraciones con ONG y entidades formativas, replicando el éxito regional.
Nuestros pastores no solo cuidan ganado: mantienen vivos ecosistemas, previenen incendios y sostienen el mundo rural. Es hora de que también nosotros les devolvamos la mano, con medidas concretas y urgentes.
