La reducción de la jornada laboral vuelve a ser noticia y debate en la política nacional.

El Gobierno insiste en que es una medida que llegará “más pronto que tarde”, y desde Albacete los sindicatos UGT y CCOO la apoyan sin dudar, convencidos de que supondrá un avance en conciliación e igualdad. Pero, más allá de los discursos, la pregunta en la calle es otra: ¿a quién beneficiará de verdad esta medida?

En la Sierra de Albacete, donde abundan los pequeños negocios, talleres familiares y, sobre todo, los autónomos, la respuesta es clara: a ellos, poco o nada. Un autónomo de la zona lo resume bien: “Nuestra media jornada es de diez horas, si bajamos a siete no nos da ni para pagar la luz”. En bares, talleres, comercios o en el campo, el día se alarga hasta que toca, y difícilmente se puede cuadrar una reducción de horas sin que caigan los ingresos.

Los trabajadores de pequeñas empresas ven la medida con buenos ojos, claro está. Nadie rechazaría trabajar menos y cobrar lo mismo. Pero también son conscientes de que sus jefes, con márgenes cada vez más ajustados, no lo tendrán fácil para implantarla. “Aquí no hay multinacionales con beneficios millonarios, sino pymes que sobreviven mes a mes”, comentan en la comarca.

Mientras tanto, en la capital, sindicatos y responsables públicos repiten que la reducción no mermará la productividad y que España está preparada para dar el paso. Pero en los pueblos serranos la percepción es más terrenal: no es lo mismo legislar en Madrid que cuadrar una caja en Molinicos, en Yeste o en Riópar.

El debate seguirá en el Congreso, aunque el Gobierno no lo tiene sencillo. Y aquí, en la Sierra, la duda persiste: si la medida se aprueba, ¿será un alivio real para las familias o un brindis al sol que solo afectará a quienes ya tienen la vida resuelta?