En muchas casas de las sierras de Segura y Alcaraz todavía se conserva un rincón que parece detenido en el tiempo: la chimenea encendida, el olor a leña de encina y, sobre todo, las trébedes sosteniendo una olla que borbotea lentamente

Las trébedes —ese sencillo armazón de hierro con tres patas— fueron durante generaciones la base de la cocina serrana. Colocadas sobre las brasas, permitían cocinar sin prisas, dejando que los guisos recogieran lo mejor del humo y del calor constante del hogar. “Sin trébedes no había comida que saliera buena”, recuerda María López, vecina de Yeste, mientras señala unas ennegrecidas por los años que aún guarda como un tesoro.

El fuego como centro de la vida

Antaño, la lumbre no solo servía para cocinar. Era el corazón de la casa. En torno a ella se reunían las familias en las largas noches de invierno, se contaban historias y se transmitían saberes de padres a hijos. El crepitar de la leña acompañaba la vida diaria, y las trébedes eran, sin saberlo, el soporte de todo ese universo doméstico.

Guisos de caza, pucheros de legumbres, gachas y migas serranas adquirían un sabor único cuando se cocinaban lentamente sobre las trébedes. El humo impregnaba cada bocado, y el calor uniforme hacía que las recetas se convirtieran en auténticos manjares de la cocina popular.

Una tradición que se apaga

Hoy, sin embargo, este utensilio imprescindible va quedando relegado a los desvanes o como adorno en casas rurales. Las cocinas modernas han borrado la necesidad de usarlas, y con ellas se pierde también una parte de la identidad culinaria de estas sierras.

“Ahora todo es rápido, de vitrocerámica o de gas, pero no sabe igual”, dice Antonio Sánchez, pastor jubilado de Molinicos. “El sabor que daba la lumbre no se puede comparar. Eso se está perdiendo, y es una lástima”.

Recuperar la memoria del fuego

Algunos restaurantes de la zona, conscientes del valor cultural y gastronómico de este modo de cocinar, han comenzado a recuperar la tradición. Preparan calderetas y guisos a fuego lento, utilizando trébedes como antaño. No solo atraen a turistas, sino que también devuelven a los mayores el sabor de su infancia

En un mundo que corre deprisa, las trébedes nos invitan a recordar que la cocina también puede ser un acto de paciencia, de encuentro y de raíces. Quizá, rescatar su uso sea una forma sencilla de mantener vivo el fuego de la memoria serrana.

Por Dalmy Gascón