No pudimos resistirnos.
De camino por la Sierra del Segura, el coche se detuvo solo, como si conociera el camino hacia uno de esos rincones que todavía guardan la esencia de la sierra más auténtica.

La Alfera, pedanía de Molinicos, es uno de esos lugares donde el tiempo se desliza despacio, con olor a piedra mojada y rumor de agua corriendo entre las calles.

“En La Alfera nació el hambre, en Mesones descansó, y en la Casa de la Noguera hay que ver lo que pasó.”
— Dicho popular recogido entre sus vecinos

Situada a unos 780 metros de altitud, La Alfera se asienta sobre una loma inclinada con orientación sur, lo que le da ese encanto tan característico de los pueblos serranos: calles estrechas, empinadas, irregulares, donde cada casa parece abrazar a la siguiente para resistir el paso del tiempo.
Desde lo alto, el aire huele a campo y a sierra; y al fondo, el Parque Natural de los Calares del Río Mundo y de la Sima recuerda que estamos en tierra de agua y caliza, donde las montañas respiran.


Historia y raíces

El nombre de La Alfera procede del árabe al-ḥāra, que significa la barriada o el poblado.
Su origen se remonta a los tiempos musulmanes, cuando era un pequeño enclave rural vinculado a los territorios del entorno de Molinicos.
Fue oficialmente incorporada al municipio el 23 de octubre de 1860, aunque ya años antes —como documentan algunos archivos de 1854— era atendida por los servicios médicos y administrativos de Molinicos.

“La Alfera forma parte de la historia viva de la Sierra del Segura, un ejemplo de cómo los pequeños núcleos rurales han mantenido su identidad a lo largo de los siglos.”


Agua, vida y memoria

Manantial que emana de la misma pared.

Nada más llegar, llama la atención el sonido del agua.
Pequeños regueros bajan por las calles empedradas y, en mitad del casco, el lavadero público tradicional recuerda los días en que las mujeres compartían allí historias, risas y cansancio.
Es uno de los elementos patrimoniales más queridos del pueblo, una joya de la arquitectura rural que aún se conserva con orgullo.

La Alfera cuenta también con un Centro Social, que hace las veces de consultorio médico, y con una iglesia dedicada a la Virgen de Fátima, patrona del lugar.
El pueblo llegó a tener una escuela mixta en 1929 y, apenas dos años después, en 1931, se construyó un puente que lo conectó con Cañada del Provencio, facilitando la comunicación con otras aldeas vecinas.


Fiestas y tradiciones

Sus fiestas patronales, en honor a la Virgen de Fátima, se celebraban originalmente en mayo, aunque hoy tienen lugar a mediados de agosto, cuando los hijos del pueblo regresan para reencontrarse con sus raíces.
Hay misa, procesión, rollos, bailes y cohetes, como mandan las costumbres serranas.

“Las muchachas de La Alfera tienen la panza pelá, de subirse a las higueras a comer brevas helás.”
— Canta la copla popular del lugar

La Alfera es una de esas aldeas donde aún se siente el pulso de la tierra.
Su economía sigue ligada a la agricultura de montaña y al trabajo de sus gentes, que viven mirando al cielo y al ritmo de las estaciones.


Un rincón para perderse

Dista apenas 11 kilómetros de Molinicos, conectada por la carretera AB-31 / CM-412, y forma parte de una Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA).
Los campos que la rodean son refugio de jilgueros, cernícalos y mochuelos, y los atardeceres desde sus lomas son una postal que no se olvida.

Parar en La Alfera es viajar al pasado sin abandonar el presente.
Un pueblo blanco, encalado, humilde y hermoso.
Un rincón donde el agua todavía baja por las calles y donde, si uno se detiene lo suficiente, puede oír el corazón de la Sierra latir despacito entre los muros de piedra.