Todos hemos mirado alguna vez al cielo y notado esas largas rayas blancas que dejan los aviones a su paso

A veces se desvanecen rápidamente; otras veces, permanecen durante horas y se expanden, pareciendo dibujar líneas con tiza sobre un lienzo azul.

Esto ha generado no solo curiosidad, sino también sospechas, teorías e incluso miedo en algunas personas. ¿Nos están echando algo desde el cielo? ¿Son señales de un cambio climático artificial? ¿O simplemente se trata de un fenómeno físico-natural malinterpretado?

Estas líneas se llaman estelas de condensación, o contrails en inglés (condensation trails). Se forman cuando los gases calientes y húmedos que salen de los motores de los aviones se mezclan con el aire frío de las capas altas de la atmósfera, generalmente a más de 8.000 metros de altura. El vapor de agua se condensa rápidamente y forma cristales de hielo que vemos como una nube lineal. Este fenómeno es similar a cuando vemos nuestro aliento en un día frío: el vapor se condensa en gotitas visibles. Solo que, en el caso de los aviones, el fenómeno ocurre a gran escala y a gran altura.

La duración y comportamiento de una estela dependen de la humedad y temperatura del aire a esa altitud. Si el aire está muy seco, la estela desaparece rápidamente.

Si el aire está saturado de humedad, las estelas pueden permanecer por horas y expandirse, mezclándose con otras y formando velos nubosos. Este tipo de estelas persistentes pueden contribuir —aunque en menor medida— a la formación de nubes cirros artificiales, lo cual sí tiene un pequeño impacto en el clima local, ya que estas nubes reflejan y atrapan radiación.

Desde hace décadas circula la teoría del chemtrail, que sostiene que algunos aviones esparcen productos químicos deliberadamente para fines ocultos: control del clima, reducción poblacional, manipulación mental, etc. Sin embargo, no existe evidencia científica creíble que respalde estas afirmaciones.

 Las agencias meteorológicas, instituciones científicas y expertos en aeronáutica han desmentido repetidamente estas teorías. Además, lanzar productos químicos a gran altura no sería eficiente ni controlable: el viento, la altitud y las condiciones meteorológicas harían imposible dirigir con precisión cualquier sustancia al suelo con un propósito específico.

El incremento del tráfico aéreo global en las últimas décadas ha hecho que veamos más estelas. En zonas con rutas aéreas frecuentes o cerca de aeropuertos, es común observar múltiples estelas cruzadas en el cielo. En días fríos y húmedos en altura, esas estelas persisten y se entrelazan, generando la impresión de que «algo extraño está pasando».

Por Dalmy Gascón

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