
El paisaje de la hoz de Bogarra es espectacular por sí solo. Pero desde hace más de una década, piedra, agua y bosque conviven con un museo al aire libre que ya supera las 130 esculturas y transforma la economía, la identidad y el futuro del pueblo.
A veces basta seguir un río para entender un pueblo. En Bogarra, ese río recorre una hoz que desciende entre paredes de roca, bancales antiguos y sombra de chopos. Y entre ese paisaje surgen figuras humanas, animales, rostros tallados, tótems y formas abstractas que parecen haber emergido del mismo terreno. No estaban allí hace tanto. Fueron apareciendo una a una desde 2012, cuando dos vecinos —José Vivo y el escultor bogarreño Lorán García— tuvieron una idea que cambiaría para siempre esta parte de la Sierra del Segura: convertir la naturaleza en galería, y el valle en un museo.
La Ruta de las Esculturas de Bogarra es hoy uno de los proyectos culturales y turísticos más singulares de Castilla-La Mancha. Un museo permanente al aire libre con cerca de 140 obras, una ruta de 6,5 kilómetros señalizados desde el Ayuntamiento, una iniciativa que ha transformado el turismo local, revitalizado la economía y devuelto autoestima y vida a un pueblo que, como tantos en la España rural, veía disminuir sus visitantes y oportunidades.
“Queríamos que Bogarra no se apagara. Y el arte nos dio una oportunidad”, recuerda José Vivo en su conversación con Pasajeros al Tren, el programa de Digital Fly Radio – La Radio de la Sierra de Albacete.
Un testimonio que no solo explica el origen de la ruta, sino también la filosofía que la sostiene.
De una intuición a un museo: la historia de una idea que cambió un pueblo
La chispa surgió en 2012. Sin presupuesto, sin ayudas institucionales y sin más garantía que la ilusión y la confianza del pueblo, comenzaron a trabajar en un proyecto que uniera arte, paisaje y vida rural. La primera edición reunió a seis escultores procedentes de Córdoba, Sevilla y otros puntos del país. No había fondos para manutención, así que el comercio local aportó comida y las vecinas del pueblo cocinaron para artistas que trabajaban a cielo abierto.
De aquella primera experiencia quedaron seis esculturas y una certeza: algo especial había nacido en Bogarra.
“La gente vino, lo vio y nos animó a seguir. A partir de ahí ya no nos paramos”, cuenta Vivo
Las siguientes ediciones fueron creciendo. Llegó la implicación de centros de arte, escuelas-taller, institutos y escultores jóvenes que comenzaron a viajar cada mayo a Bogarra para participar en las jornadas de escultura en el paisaje. Las obras se multiplicaron hasta superar el centenar, ocupando rincones naturales, miradores, márgenes de río, sendas tradicionales, espacios urbanos y antiguas zonas de cultivo.
Este crecimiento orgánico, comunitario y artístico ha convertido la Ruta de las Esculturas en una referencia nacional del arte contemporáneo integrado en la naturaleza.
Arte, naturaleza y Red Natura 2000: convivir sin alterar el entorno
La ruta discurre por terrenos de alto valor ecológico: la Zona de Especial Conservación (ZEC) y la Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) de los cañones del Segura y del Mundo, espacios incluidos en la Red Natura 2000. Un entorno regulado y sensible, que en los primeros años generó dudas técnicas y administraciones prudentes.
Pero el tiempo, la responsabilidad en el diseño y la mínima intervención demostraron que el proyecto no solo no afectaba al medio ambiente, sino que contribuía a ponerlo en valor.
“Al principio hubo dudas. Después entendieron que arte y naturaleza estaban totalmente integrados”
Los caminos de herradura se conservaron. Los pasos se elevaron solo lo necesario. Se construyó un puente colgante de 50 metros para evitar interrupciones cuando crece el río. Y las esculturas se anclan sin alterar el terreno, manteniendo la esencia del entorno.
El Batán, las cascadas y la Cueva de la Mora: el tesoro escondido de Bogarra
Si la ruta es ya un reclamo por sí misma, su conexión con el entorno natural amplifica el atractivo. El Batán de Bogarra —un paraje de cascadas encadenadas que durante décadas pasó desapercibido incluso para muchos visitantes— se ha convertido en otro de los grandes iconos del pueblo.
“El Batán siempre fue el tesoro de Bogarra. La ruta lo ha devuelto a la vida”
A ello se suma la espectacular Cueva de la Mora, donde se encuentra una de las esculturas más singulares: una figura tallada en madera subida manualmente por voluntarios y artistas, en un esfuerzo colectivo casi épico.
Esta mezcla de leyenda, paisaje y arte resume la identidad profunda de la ruta.
Un impacto real: cuando el arte llena casas rurales y bares
Antes de 2012, Bogarra recibía visitantes solo en momentos puntuales del año. Hoy, según la estimación de quienes gestionan y participan en la ruta, pasan entre 70.000 y 100.000 personas cada año por sus senderos.
El cambio ha sido radical:
Las casas rurales registran ocupaciones cercanas al 100 % en fines de semana
Los restaurantes han revalorizado la cocina tradicional
El comercio local nota el incremento de visitantes durante todo el año
Llegan autobuses incluso entre semana, algo impensable hace una década
La gastronomía —aguatao, morcillas, chorizos, platos de la sierra— acompaña la experiencia y fideliza al visitante
“La economía local ha cambiado muchísimo. Y la gente vuelve, y trae a más gente”
Bogarra ha encontrado en este proyecto no solo un atractivo turístico, sino un motor de desarrollo sostenible que permite que el pueblo genere recursos, oportunidades y vida durante todo el año.
La mejor publicidad: la emoción del visitante
Pese al impacto actual, la promoción de la ruta ha sido sorprendentemente modesta. Más allá de un momento clave —su presentación en FITUR—, el crecimiento se ha apoyado en redes sociales, fotografías compartidas, estados de WhatsApp y el boca a boca generado por quienes recorren sus senderos.
A veces, las grandes ideas crecen así: sin intención de ser grandes, pero sostenidas por la autenticidad de una experiencia única.
“Quien viene, vuelve. Y eso lo dice todo”
Un futuro con raíces y con comunidad
La Ruta de las Esculturas de Bogarra no es un proyecto turístico ni una acción cultural aislada. Es un ejemplo de lo que puede lograrse cuando un pueblo decide apostar por su identidad, su paisaje, su creatividad y su futuro.
Hoy, artistas, vecinos, instituciones y visitantes forman parte de una misma historia que sigue creciendo.
Bogarra no es solo un lugar para visitar. Es un lugar para sentir.



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