El rugir de los motores volvió a sentirse este sábado en la Sierra de Alcaraz y la del Segura. La finca La Casica, en Bienservida, se convirtió en el epicentro del buen ambiente y la hermandad motera con la celebración del Primer Encuentro Motero, una cita que reunió a decenas de aficionados a las dos ruedas en una jornada de esas que dejan buen sabor de boca… y olor a gasolina.

Desde primera hora de la mañana, los moteros fueron llegando entre curvas, bruma y paisajes de postal. La carretera de Villaverde, el paso por Riópar y la parada en El Salobre marcaron una ruta espectacular por los rincones más bellos de la sierra. “Un paraíso de asfalto y montaña”, comentaban entre risas los participantes mientras afinaban el oído con cada acelerón.

Tras la ruta, tocaba lo mejor: el almuerzo. En La Casica esperaba una comida de las de antes, de esas que saben a pueblo y a camaradería. Sobre la mesa, patatas al montón, huevos esclafados para mojar pan, chorizo, panceta y lomo a la plancha, todo acompañado con vino o cerveza —porque aquí, más que la marca, importaba la actitud—.

“Lo importante no era el vaso, sino la sonrisa con la que se brindaba”, bromeaba un participante mientras sonaba el rock and roll que puso ritmo a la tarde.

La música no faltó. Sonaron clásicos, se improvisaron bailes, se compartieron anécdotas y se forjaron nuevas amistades bajo el sol otoñal. Los niños también tuvieron su espacio, con columpios y zona de juegos, porque la jornada fue pensada para todos: moteros, familias y curiosos que querían disfrutar del ambiente.

En definitiva, un día redondo, de esos que se disfrutan sin prisa, con olor a gasolina, humo de parrilla y risas sinceras. La Casica volvió a demostrar que en Bienservida hay sitio para la cultura, la gastronomía, la amistad y también, cómo no, para el motor.

“Esto no será el último encuentro, seguro que repetimos”, comentaba Paloma Serrano, gerente de La Casica, satisfecha por la gran acogida y el ambiente vivido.

Y es que en la sierra, cuando se juntan buenas viandas, motores rugiendo y rock del bueno, el resultado solo puede ser uno: una jornada inolvidable.