Cada noche, en distintos rincones de la geografía española, se escucha un canto agudo, breve y rítmico que rompe el silencio: el del autillo.
Este pequeño búho, el más diminuto de Europa, actúa como un radar natural que nos recuerda que aún pervive cierta conexión con lo salvaje. Sin embargo, su presencia se debilita. «Suena como una alarma que nos mandase señales desde el otro lado de la noche», confiesa un vecino. Y, tras esa frase, late una preocupación: la del declive silencioso de una especie clave para el equilibrio de nuestros ecosistemas.
El autillo europeo (Otus scops) no solo despierta simpatía por su tamaño y su sonido característico. Su papel en la naturaleza es fundamental: se alimenta de insectos como mosquitos, cucarachas y langostas, así como de pequeños roedores, contribuyendo así al control de plagas en entornos rurales y urbanos.
Sin embargo, la especie se encuentra cada vez más amenazada en gran parte del país. Entre los factores que están diezmando sus poblaciones se encuentran los atropellos, las electrocuciones en tendidos eléctricos, la pérdida de hábitat, la contaminación lumínica y, de forma creciente, la escasez de alimento debido al uso masivo de pesticidas. Su presencia, aunque aún perceptible en muchas localidades, se está reduciendo a un ritmo que preocupa a biólogos y ornitólogos.
En respuesta, organizaciones como SEO/BirdLife han iniciado campañas de sensibilización y recogida de firmas a nivel nacional para reclamar medidas efectivas de conservación. Estas incluyen la protección de zonas de nidificación, la reducción del uso de químicos en entornos agrícolas y urbanos, y la instalación de cajas nido que suplan la desaparición de los huecos naturales en árboles y edificios.
Presencia en la Sierra de Albacete
El autillo también forma parte del paisaje sonoro de la Sierra de Albacete, donde su canto se mezcla con los rumores de los pinares y las noches cálidas del interior peninsular. Aunque no existen censos oficiales recientes centrados exclusivamente en la comarca, sí se han registrado avistamientos y escuchas activas en municipios como Riópar, Bogarra, Yeste o Letur, donde aún sobreviven hábitats favorables. Su presencia allí, además de aportar biodiversidad, contribuye al equilibrio de los ecosistemas serranos, especialmente en zonas agrícolas y forestales.
Los expertos insisten en que conservar al autillo en estos territorios es también conservar una parte esencial del patrimonio natural de la Sierra. Una presencia que no solo es útil, sino profundamente simbólica: el canto del autillo es, para muchos, el anuncio de una noche viva y un paisaje que aún resiste.
Un compromiso necesario
Conservar al autillo no es solo una cuestión de proteger a una especie carismática. Es una llamada de atención sobre el deterioro de nuestros entornos y una invitación a reconectar con ellos. Porque cuando su canto deje de escucharse, no solo habremos perdido una especie más: habremos silenciado una voz que durante siglos ha acompañado nuestras noches.
Para quienes aún lo escuchan cada verano desde sus ventanas o paseos nocturnos, protegerlo es un deber. Y quizá también un acto de resistencia.
