Cada verano, la Península Ibérica y, en particular, Portugal, se enfrentan a un enemigo recurrente y devastador: los incendios forestales.
Lo que durante años se ha presentado como una tragedia inevitable alimentada por las altas temperaturas, la sequía y el cambio climático, es en realidad una crisis mal gestionada que pone en evidencia graves deficiencias estructurales, políticas y sociales.
En 2025, los incendios vuelven a teñir de rojo el mapa de la Península. Miles de hectáreas arrasadas, una aterradora cifra que casi alcanza las 350.000 hectáreas, pueblos evacuados, biodiversidad perdida y, en los peores casos, vidas humanas truncadas, son cuatro los fallecidos en los incendios. Las escenas se repiten como una maldición estival. Sin embargo, lo más alarmante no es su frecuencia, sino la aparente incapacidad de los gobiernos ibéricos para articular una respuesta sólida y sostenible.
En los últimos días, el noroeste de la Península Ibérica ha sido y es el escenario de una serie de devastadores incendios forestales que han llevado a comunidades enteras a la desesperación. Comunidades autónomas como Galicia, Castilla y León, Asturias, Extremadura, Castilla-La Mancha, Comunidad de Madrid, Andalucía, así como zonas del norte, centro y sur de Portugal, se han visto gravemente afectadas por las llamas, dejando un rastro de destrucción y tristeza.
La magnitud de estos incendios pone de relieve la creciente preocupación sobre el cambio climático y su impacto en los ecosistemas locales. La combinación de temperaturas inusualmente altas, sequías prolongadas y prácticas de gestión forestal cuestionables ha creado un caldo de cultivo para este tipo de desastres naturales.
Sin embargo, el cambio climático no es el único culpable. De hecho, hablar solo de temperaturas récord o falta de lluvias sirve muchas veces como coartada para no abordar problemas más incómodos, tales como la despoblación rural: El abandono del campo ha dejado enormes extensiones sin mantenimiento ni vigilancia, lo que facilita la propagación de incendios. Sin pastores, agricultores ni ganaderos, el monte queda desprotegido.
Una gestión forestal deficiente; La falta de limpieza de los bosques, la expansión de monocultivos como el eucalipto (altamente inflamable) en Portugal y Galicia, y la ausencia de cortafuegos eficaces aumentan exponencialmente el riesgo.
A esos factores se unen intereses económicos, negligencia y pirómanos: A veces los incendios no son accidentales. La especulación con terrenos o la quema ilegal de rastrojos continúan siendo causas habituales, muchas veces sin consecuencias penales claras y no hablemos del pirómano de turno.
Si no se cambia el enfoque, el futuro de los paisajes ibéricos será uno de cenizas. La pérdida no es solo ambiental, sino también cultural y social. Detrás de cada incendio se pierde un trozo de identidad, de historia, de vida.
En las sierras del Segura y de Alcaraz, ubicadas en la provincia de Albacete y por extensión en la provincia de Jaén. Tenemos que estar alerta y cuidar su gestión forestal ya que es un aspecto crucial para la preservación de los ecosistemas y la prevención de incendios.
Estas sierras son conocidas por su rica biodiversidad y su importancia paisajística, pero también son vulnerables a los incendios debido a factores climáticos y humanos. Gestionar debidamente estos espacios naturales es vital, no solo para prevenir incendios, sino también para mantener la biodiversidad y la salud de estos ecosistemas. El trabajo conjunto entre autoridades, comunidades y turistas puede marcar una gran diferencia en la conservación de este patrimonio natural.
El Versátil.
Por Dalmy Gascón 
Foto: Aldea de Torre Pedro (Molinicos), agosto de 1994. Incendio de Yeste (Sierra del Segura). Foto Dalmy Gascón.
