El programa “Pasajeros al Tren” de Digital Fly Radio, presentado por Fran Álvarez y María Reinoso, tuvo esta semana a una invitada muy especial.

Se trata de Karelys Lucena, una mujer de origen venezolano que hace siete años decidió cambiar la ciudad por la vida rural y asentarse en Las Quebradas, una pequeña pedanía de Yeste, en pleno corazón de la Sierra del Segura. Aunque antes de llegar a este encantador lugar, vivió unos meses por Hellín, ciudad que guarda también muy buen recuerdo.

A través de su testimonio, compartido a las 17:00 horas en antena, descubrimos cómo es la vida cuando alguien llega desde otro país buscando tranquilidad, naturaleza y comunidad, pero se encuentra también con los obstáculos de un entorno donde las oportunidades escasean.

Una pedanía con solo cuatro habitantes

Karelys vive en Las Quebradas junto a su marido y su hijo de 25 años. A ellos se suma un único vecino más. En total, solo cuatro personas residen de manera estable en esta aldea que, a pesar de su pequeño tamaño, refleja el pulso de la España rural más despoblada.

“Buscábamos la tranquilidad y aquí la hemos encontrado. Pero hay que ser fuerte, valiente y estar dispuesto a superar muchos obstáculos, porque vivir aquí no es fácil como en la ciudad”, explicó Carelis.

La dureza del mundo rural

Aunque asegura que la acogida de la gente fue buena, la entrevistada no esconde las dificultades: la falta de servicios básicos, la escasez de oportunidades laborales y los problemas de infraestructuras.

“Llevo siete años peleando por una farola en los contenedores de basura y aún no lo he conseguido. Nos dicen que en la España rural hay muchas facilidades, pero es mentira: las administraciones ponen más trabas que soluciones”, lamenta.

Aun así, Karelys asegura que la belleza natural compensa las carencias:

“Aquí vivo en el Calar del Mundo, esto es un paraíso. ¿Cómo me voy a ir de aquí? Esto es una riqueza y una maravilla”.

Juventud sin oportunidades

Uno de los temas más sensibles de la entrevista fue la situación de su hijo, un joven de 25 años que ha intentado emprender en la zona, sin éxito.

“Quería abrir una pequeña hamburguesería tipo ‘take away’, algo sencillo, y le dijeron que su proyecto no encajaba en la zona rural. ¿Cómo es posible que algo así no tenga cabida en un pueblo donde apenas hay servicios?”, denuncia Carelis.

Este caso refleja, según la entrevistada, la contradicción de la política rural: se anima a la gente a instalarse en los pueblos, pero la burocracia y los requisitos impiden que muchos proyectos salgan adelante.

Un mensaje para quienes piensan mudarse

A quienes se plantean dejar la ciudad para instalarse en un pueblo, Karelys lanza un consejo claro:

“Que sean fuertes, que sean valientes, que aguanten. Vale la pena, aunque no es fácil. La vida aquí exige resistencia, pero también te da paz y una calidad de vida que no encuentras en ningún otro sitio”.

La lucha por no ser olvidados

Karelys recordó la importancia de no olvidar la historia de las aldeas serranas, construidas a base del esfuerzo vecinal:

“Hace 40 años las calles y las carreteras las hacían los propios vecinos. Hoy seguimos igual en muchas cosas, pero si queremos, podemos. No hay que venirse abajo, hay que luchar”.


Con testimonios como el de Karelys, programas como “Pasajeros al Tren” ponen voz a quienes mantienen viva la Sierra del Segura en condiciones difíciles, recordando que la belleza natural no puede ocultar el abandono institucional que aún sufren muchos rincones de la España rural.

Pueden oír aquí su entrevista

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