Desde la redacción de Objetivo Sierra de Albacete y a través de Digital Fly Radio, hemos estado en la Resinera de Cotillas para entrevistar a Agustín Henares Barcos (27 años), geógrafo e historiador por la Universidad de Jaén, natural de Villaverde de Guadalimar.
Con él viajamos por la historia y la geología de las antiguas salinas de interior —conocidas como El Salero o Salinas de la Dehesa de Santiago—, uno de los yacimientos etnográficos más singulares de la Sierra de Alcaraz, dentro del entorno del Parque Natural de los Calares del Río Mundo y de la Sima.
“Las salinas de Villaverde son un recurso único que, con una mínima apuesta, podrían convertirse en un atractivo turístico y cultural de primer orden para la Sierra”, subraya Henares.
Antes de empezar, Agustín dejó constancia de un reconocimiento imprescindible: el trabajo del investigador Pedro Hernández Noguero, autor del libro Las Salinas de Villaverde de Guadalimar, fruto de más de diez años de investigación.
“Todo lo esencial que sabemos sobre estas salinas se lo debemos a Pedro. Su libro es lectura obligada para quien quiera comprenderlas”, remarca.
Un origen geológico fascinante: cuando aquí hubo mar
Durante el Mesozoico, la sierra fue un mar somero. Las evaporaciones sucesivas generaron capas de sal (evaporitas) que millones de años después, con el plegamiento alpino (en torno a hace 66 millones de años), afloraron hacia niveles superiores formando domos salinos.
La lluvia y los manantiales disolvieron esa sal oculta y la condujeron al exterior: ahí nació el recurso que el ser humano aprovechó durante siglos para ganadería y conservación de alimentos.
De la Edad Media al XIX: una explotación ininterrumpida
Los documentos sitúan la explotación al menos desde el siglo XII (según el corpus estudiado por Hernández Noguero). Antes de la conquista de la zona por Alfonso VIII (1213), hay indicios de uso en época andalusí; y con seguridad, romanos y comunidades neolíticas ya conocieron la sal.
A lo largo de los siglos, las salinas alternaron manos privadas y de la Corona (con relevancia en tiempos de Felipe II), y más tarde regresaron al ámbito privado (h. 1870). No se cerraron como explotación hasta su declive en los siglos XIX-XX.
El declive vino por la combinación de salinas costeras baratas, dificultad de acceder al ferrocarril en un territorio montañoso y la generalización de los frigoríficos, que redujo la dependencia de la sal para conservar alimentos.
Qué queda hoy (y por qué urge actuar)
El enclave del Salero es administrativamente de Villaverde de Guadalimar, aunque rodea su perímetro el término de Cotillas (herencia de la antigua Dehesa de Santiago, un territorio históricamente mancomunado).
Lo que aún pervive:
- Tres manantiales y cuatro pozas superiores.
- Una mina entibada (visitables restos).
- El depósito cuadrado y trazas del circuito de eras de evaporación.
- Una inscripción de época de Carlos IV que alude a obras de ampliación/reconstrucción del depósito.
“La situación es mala y va a peor: sin desbroce ni mantenimiento, cada año se degrada. Con limpieza, señalización y paneles informativos, ganaríamos mucho con muy poco”, advierte Henares.
Un hito negativo reciente acelera la pérdida: en 1999, con la construcción de la discoteca de El Salero, se arrasó buena parte de las eras y estructuras auxiliares (cortijo, presón).
Cómo convertirlo en oportunidad: la vía público-privada
Agustín propone un acuerdo Ayuntamientos-propiedad para:
- Desbroce, seguridad básica y señalización in situ.
- Paneles interpretativos (geología, historia, etnografía).
- Geolocalización y rutas (mapas, Google Maps, QR, audioguías).
- Mantenimiento mínimo del sistema que aún subsiste (pozas/depósito).
“Si se ordena la visita, gana toda la comarca: quien venga a las salinas puede enlazar con el Castillo de la Hiedra (Cotillas), el Convento y la Senda Encantada (Villaverde)… turismo, economía local y fijación de población.”
El otro gran aviso: el Convento de los Franciscanos
La entrevista derivó en un recordatorio sobre el patrimonio perdido: el Convento de los Franciscanos (s. XV) —una de las joyas de la Sierra— desapareció y sus sillares (caliza con marcas de cantería) se reutilizaron en muros del pueblo, el cauce del Arroyo del Salero (arcos) o la Plaza Vieja.
Sumado a ello, se desmontó la iglesia románica de San Mateo a inicios del siglo XX para “modernizarla”, se voló la torre del cuartel y se cegaron antiguas minas con arcos ojivales. Un rosario de decisiones que mermó el legado.
“El siglo XX fue demoledor para nuestro patrimonio. Que sirva de lección: lo que se destruye no vuelve; lo que se cuida, crea identidad y también economía.”
Villaverde, Cotillas y la Sierra: cuidar lo que nos hace únicos
El caso de las salinas sintetiza un debate mayor: poner en valor el patrimonio como palanca de desarrollo. En una Sierra que lucha contra la despoblación, estos recursos pueden generar empleo, servicios y orgullo de pertenencia.
“No se trata de grandes obras, sino de ordenar, interpretar y custodiar lo que ya existe. La Sierra tiene materia prima de sobra; falta activar consensos y calendarios.”
Referencia clave
Libro recomendado: Las Salinas de Villaverde de Guadalimar, de Pedro Hernández Noguero (investigación de más de una década). Disponible en librerías y plataformas online. Una guía esencial para entender el enclave.
 La entrevista íntegra con Agustín Henares Barcos podrá escucharse este sábado a las 13:00 en Golismeando por Nuestros Pueblos, de Digital Fly Radio, la radio de la España Rural.
Tras su emisión, estará disponible en podcast en nuestras redes sociales y en Objetivo Sierra de Albacete.








 
                    