Las montañas suelen acumular mucha agua de lluvia y nieve, que se filtra lentamente hacia abajo y llena grandes depósitos subterráneos.
Debido a la altitud, las precipitaciones suelen ser más abundantes en las montañas. Además, la nieve derretida contribuye durante meses al caudal de estas fuentes. En muchas zonas montañosas, hay rocas fracturadas o materiales como caliza que permiten que el agua se filtre y se almacene en grandes cantidades, antes de salir por una fuente.
Las fuentes de montaña no solo son esenciales para el abastecimiento de agua en zonas rurales y altas, sino que también sustentan ecosistemas enteros. Muchas especies dependen de estas aguas frescas y constantes, especialmente en épocas secas. Además, muchas culturas han otorgado a las fuentes un significado espiritual o místico, considerándolas sagradas o curativas.

Las fuentes naturales que brotan en las montañas, también conocidas como manantiales, han sido históricamente símbolos de pureza y vitalidad. Pero, ¿alguna vez te has preguntado de dónde viene realmente esa agua que fluye incesante entre rocas y musgos? Aunque su aparición parece mágica, su origen se encuentra en complejos procesos naturales que tienen lugar debajo de la superficie terrestre.
El punto de partida para entender el origen del agua en las fuentes de montaña es el ciclo hidrológico. La lluvia y la nieve que caen sobre las montañas se infiltran lentamente en el suelo. A medida que el agua desciende por las capas de tierra y roca, se filtra a través de materiales porosos, como la grava y la arenisca, que actúan como esponjas naturales.
Parte de esta agua es absorbida por la vegetación, otra se evapora, pero una gran cantidad sigue descendiendo hasta encontrar una capa impermeable —como arcilla o roca sólida— que impide su paso. Allí se acumula formando acuíferos, grandes reservorios subterráneos de agua. Cuando un acuífero se encuentra con una grieta, fisura o cambio de nivel en la superficie, el agua presiona hacia fuera y brota naturalmente en forma de fuente o manantial. En las montañas, esto suele ocurrir en zonas donde la pendiente favorece la salida del agua y la gravedad actúa como motor natural.

La presión del agua subterránea y la topografía del terreno determinan el lugar exacto donde el agua encuentra una vía de escape hacia la superficie. En muchos casos, este proceso ha ocurrido durante siglos, moldeando paisajes y dando origen a riachuelos y ríos. El agua que emerge de estas fuentes suele ser de excelente calidad, ya que ha pasado por un proceso natural de filtración. A su paso por las capas del subsuelo, se purifica al eliminar impurezas, bacterias y sedimentos.
Además, suele enriquecerse con minerales que le otorgan propiedades beneficiosas y un sabor característico. No obstante, esto no garantiza que todas las fuentes sean aptas para el consumo humano directo. La contaminación ambiental o la actividad humana cercana pueden afectar negativamente su calidad.
El agua que brota de las fuentes de montaña no es producto de un fenómeno superficial, sino el resultado de un lento y continuo proceso natural alimentado por las lluvias, la nieve y la geología del terreno. Cada gota que emana de una roca es testimonio de un viaje subterráneo que puede haber durado años.
Comprender este origen nos invita a valorar, proteger y preservar estos recursos vitales para la vida y el equilibrio de los ecosistemas. En las sierras del Segura y de Alcaraz tenemos muchísimas fuentes y manantiales, entre ellos los nacimientos de algunos ríos importantes y arroyos, el río Segura, el río Mundo, de la Vega, Escorial, La Mesta, Salobre, Ojuelo, Turruchel, Zumeta, Madera, Taibilla y arroyo Frío. Además de numerosas fuentes de abundantes aguas. Un patrimonio a proteger que tenemos que tener en cuenta.

Por Dalmy Gascón 

