Escenario de encuentro entre generaciones.

«Ahí mismo, en el paseo, me di el primer beso con mi marido», explica Rosi, aun sonrojándose; se refiere al paseo emparrado bordeado de rosales que sube desde la carretera de Villaverde hasta la casa, atravesando la finca La Casica, en Bienservida.

«Aquí estamos, fíjate, todas las muchachas en un retiro de la iglesia… ¡Mira, don Manuel! Qué buen cura fue». Cerca de sus noventa años, Fe recuerda cómo la gente se congregaba allí para escuchar misas. «un sitio tan bonico y tan grande, ea, allí acudíamos todos».

«Yo era muy chica, pero me acuerdo bien» cuenta Vicenta. Vuelve tiempo después con su andador y su memoria: «Mi abuelo era guardés de la finca, y yo me venía con él y pasaba horas jugando».

«Era yo volereta y por las tardes paseábamos hasta La Casica, entrábamos, que eso era un vergel… Muchos noviazgos se dieron entre las lilas y las rosas de los jardines», contaba Carmen hace años a su nieta Paloma, quien ha recuperado la finca y restaurado la antigua casona.

Paloma Serrano es la quinta generación de la familia desde que se construyera; recientemente inauguró La Casica de Bienservida, fiel a sus orígenes. Junto a su madre, María Jesús, y tras años de trabajo y esfuerzo, han replantado los jardines tal y como los relataba «la abuela», han reconstruido la casa manteniendo y conservando todos los elemento originales posibles: viejas vigas a la vista, paredes de piedra, suelos hidráulicos.

Y la joya de la corona: la gran carrasca, símbolo del paraje. El árbol centenario ha sido apuntalado para evitar su vencimiento y es tratado y cuidado para mantenerlo sano.

Sobre todo, lo que más vale de todo lo recuperado, es el espíritu de La Casica. Las actuales dueñas han abierto las puertas de la casa al pueblo, que ha podido volver a disfrutar de un lugar tan querido en Bienservida.

El espacio está disponible para eventos y celebraciones, y la organización ha desarrollado ya varias propuestas de actividades culturales y de entretenimiento. Este verano ha acogido talleres vivenciales, de danza, meditación, manualidades, degustaciones gastronómicas, proyecciones de cine, exposiciones.

También este verano ha sido el escenario elegido para una boda, un bautizo, una celebración de 50 aniversario y tardes en familia.

En agosto se reunió en La  Casica toda la familia Serrano por el cuarto cumpleaños del menor de la saga. «Pasamos un día fantástico, mis hijos y sus amiguitos estuvieron bañándose en la alberca», indica Paloma. «Mi padre me contaba que ahí aprendió a nadar; hoy sus nietos se bañan aquí». Es motivo de orgullo mantener el legado en estas cosas tan sencillas como importantes.

Precisamente ese encuentro de generaciones es unos de los factores que más satisfacción merecen. A raíz de una exposición fotográfica sobre Bienservida organizada en La Casica este inicio de septiembre, decenas de vecinos han pasado por la finca para ver las obras expuestas.

Familias enteras han visitado La Casica las cuatro tardes que ha permanecido abierta. Así han disfrutado los más pequeños correteando por las terrazas, balanceándose en los columpios… Leire, Luis, Carlota, Chloe, Vega, Andrea, Celia, Javi, Guille, Blanca, Miguel, Lola, Felipe, Marcos, Asier, Hugo, Elián, Julia, Adrián y muchos más, han jugado con Vicente y Juanjo. Los hijos de Paloma son entusiastas de su pueblo y se inician ya como buenos anfitriones de La Casica, invitando a sus amigos a gusanitos, a lanzar higos, cavar hoyos en la huerta y demás travesuras.

Mientras tanto, los mayores recorrían su memoria contemplando las fotografías y relataban emocionados sus recuerdos de la infancia y juventud. «Ea, si es que La Casica era de todos, le tenemos mucho cariño», comentan.

Este verano La Casica de Bienservida ha vuelto a sus ser: un lugar de recreo, de encuentro entre generaciones, un vergel de recuerdos y vida.

Por Paloma Serrano.

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